Hacia El Primer Encuentro Mundial de Ignorares

lunes, 25 de octubre de 2010

PUROCUERO

Te voy a contar esto no para que me lo creas, sino porque yo quiero contártelo.

Un día llego a la casa como todos los días, bueno no como todos los días, mejor digamos como todas las noches, porque como todos los días era como salía para el trabajo. Lo cierto es que llego a la casa como te venía contando; tú sabes, para donde va a coger uno después que sale bien cansado del trabajo, sino es para la casa.

Sucede que un día llego a la casa, me quito toda la ropa y me quedo desnudito, sin bañarme y sin nada me tiro en la cama y empiezo a tocarme por aquí y por allá y a sacarme bollitos de sucio de todas partes y a jalarme las bolas y en eso que me estoy jalando y rascando las bolas, (esa palabra, desde el punto de vista de la decencia es fea, pero no importa, ella también existe y tiene derecho a vivir así como viven los testículos, lo que pasa es que una es femenina y la otra es masculina, porque no se puede decir las testículas, aunque se pudiera decir «me estaba rascando las testículas», que es casi lo mismo como decir «idem las bolas», pero lo feo no es la palabra bolas, porque la gente normalmente dice las bolas de billar o las bolas criollas y así otra cantidad de bolas que no tienen nada de malo, pero en el caso específico de las que te estoy hablando, es decir de las bolas mías, no pueden ser nombradas en público, porque eso es caca, no se toca; es decir si se toca y a uno le gusta; sobre todo si son unas manos suaves y comprensivas, dispuestas a producir placer, porque si son las manos de un torturador que te agarra por las mencionadas lo que te provoca es mentarle la madre.

Bueno estábamos hablando de otra cosa y me perdí y eso que tú no me preguntaste nada.

Te decía que ese día empiezo a tocarme los pies y en la planta de los mismos, siento unas cosas duras, así como cuando a uno se le está levantando el cuero que es lo mismo que la piel pero un poco más duro y entonces me pongo a jalarme los pedazos de cuero y estos se vienen como retazos de tela, eso me gustaba porque no me dolía y al contrario me producía placer, un inmenso deleite, era algo del otro mundo, era como que una muchacha te dijera que sí, total que tú ni siquiera te lo imaginas, lo cierto es que me pasé un poco de tiempo en esa mariquera quita que quita pellejo hasta cuando me doy cuenta, y veo en el suelo una ruma de pellejos como del alto mío y empiezo a buscarme por todas partes y no me veo, y entonces cojo y me digo: adiós carajo! eso era todo lo que tú eras, tu sabes lo que es pasarse toda la vida trabajando para mantener ese poco de pellejo que no sirve para nada, sino para que se lo coman las hormigas, entonces fue cuando, miré la hilera de hormigas, que con rapidez increíble habían organizado el traslado de mis pellejos hasta sus cuevas, mira, aquello estaba negrito de hormigas, y por todas partes estaban cargando cueritos, bueno, como será que ahí no se salvaron ni el cuero de las téstículas que yo no sé ni porque te las nombré.

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