Hacia El Primer Encuentro Mundial de Ignorares

lunes, 25 de octubre de 2010

LA REINA QUE SE COMIERON LOS COCHINOS

Siempre he sentido repulsión por las llamadas revistas de sucesos, sus titulares y fotografías son grotescos: «Le voló la cabeza de un solo tajo» esto a seis columnas y en sesenta puntos con una fotografía del occiso a media página, un titular y una foto más completan la portada «por celos, la cortó en trocitos delante de los hijos» destacando «por celos» centrado y en negritas y «la cortó en pedacitos delante de los hijos» en rojo fuego.

Entiendo los motivos que conducen a tal regusto por lo grotesco, se que el móvil es económico y que se exprime miedo e ignorancia en las mayorías que por montones compran estos impresos de la muerte y el morbo.

Jamás pensé que pudiera interesarme en la lectura de tal engendro, pero como dice el dicho «nunca digas de esta agua no beberé» Efectivamente, todos los días de la semana debo montarme en una camionetica que me conduce apretadamente a mi sitio de trabajo, si tengo suerte logro un asiento, de no ser así me esperan los empujones, arrecostaderas y otras menudencias propias del caso, como ya se sabe. Con respecto a lo que les quiero contar ocurrió un día de asiento, la persona que va a mi lado abre una revista, con la naturalidad de quien ya sabe lo que va a leer, a mi vez, por costumbre desvío la vista hasta la revista y me fijo en un titular que en fracciones de segundos pareció curioso y hasta risible, pero inmediatamente se apoderó de mi atención.

El titular citado es como sigue: «COCHINOS CONSUMEN REINA DE BELLEZA» a ocho columnas, en páginas centrales, con varias fotos, donde borrosamente se perciben varios cochinos consumiendo trozos de carnes, retazos de tela, e insertada en la parte izquierda de la misma fotografía una foto tipo carnet ampliada con el rostro de una hermosa mujer como de veinte años coquetamente sonreída, todo esto como ya dije lo vi en un rafagazo, el reportaje era extenso colmaba las dos páginas y tenía un número uno en romano entre paréntesis señal de que continuaba.

Antes de que aquel hombre bajara de la camionetica, le pregunté como se llamaba la revista, si era reciente y donde la había comprado, a cada una de mis preguntas respondió amablemente. Cuando salí del trabajo, la inquietud por la extraña noticia me condujo a comprar la revista y de una vez encargué al quiosquero que me las guardara semanalmente, periodicidad con la que era editada.

En el primer párrafo me entero de que el hecho ocurrió en un suburbio de la capital, para no entrar en detalles que puedan desviar la atención del insólito caso, prefiero contar fielmente tal y como lo leí en la crónica de lo antes nombrado.

«Nunca pensó, Carmen Eloína Mendoza que sus jóvenes días terminarían en las fauces de unos hambrientos marranos que en fracciones de segundo dieron cuenta de su hermosa humanidad, mucho menos sus padres, su novio y sus amistades, como tampoco los dueños del programa televisivo donde comenzó todo.

Carmen Eloína, una muchacha hija de obreros, bien dotada por la naturaleza, desde pequeña le llamó la atención las lentejuelas del espectáculo, esto aderezado con la vanidad que le alimentaban sus padres quienes la sabían agraciada, la condujo al estudio y practicas del modelaje. Estando en las pasarelas, la espigada y bien proporcionada muchacha fue captada por los promotores de un concurso de belleza, conduciéndola previo consentimiento de sus padres al deseado mundo de las luces y el maquillaje, siendo convertida con el tiempo en reina de belleza.

Es en esos momentos del pleno triunfo, cuando los directivos de un programa de concursos por televisión le proponen su participación, en el fatídico concurso. El mencionado evento que hasta estos momentos no se ha dicho quien es su autor, consistía, y digo consistía porque hasta la fecha no se ha reeditado, repito consistía en un elemental juego de azar, dispuesto de la siguiente manera, el concursante era anónimo, a la reina de belleza, por ese día nada más le eran tapados sus lindos ojos y ella con sus bien cuidados dedos marcaría un número de teléfono, si alguien respondía del otro lado del auricular, la bella le daría las buenas noches y de inmediato preguntaría qué canal esta usted viendo, el vecino respondería invariablemente «SABADO ALEGRE» porque el supuesto era real, a nadie en el mundo se le podía ocurrir hacer algo distinto ese sábado y a esa hora que no fuera ver «SABADO ALEGRE».

Cuando el televidente anunciaba la palabra mágica, la reina respondía, luego de una fanfarria de planta y los aplausos y vítores del obligado público, usted ha sido ganador del concurso, de inmediato las cámaras captaban al animador sin dejar de mantener enfocada a la reina y su obligada sonrisa que siempre la acompañaría en todos los programas de televisión del mundo de no haber sido porque aquellos cerdos se la zamparon la noche del sábado dieciocho de julio y que fue con la que salió retratada un día después en una foto tipo carnet ampliada en la primera plana de todas las revistas de sucesos que se editan en el mundo entero.

Entonces el animador con la ensayada sonrisa de todos los animadores de TV, anunciaba el nombre del feliz o la feliz ganadora y luego le decía en qué consistía el galardón, en primer lugar, la presencia en su casa de la reina de belleza, en segundo lugar esta iría acompañada de diversas gratificaciones, generalmente electrodomésticos para usos menores en el hogar y en tercer lugar la posibilidad de ganarse el convertible rojo último modelo en el que llegaría la reina de belleza, en este caso la desventurada Carmen Eloína Mendoza, nombre con el que era conocida hasta el azaroso día en que fue devorada por la piara de marranos, porque a partir de entonces, la prensa y los vecinos empezaron a llamarla «la reina que se comieron los cochinos».

Para que el ganador pudiera optar al automóvil, los encargados del ingenioso concurso le entregaban siete llaves de las que sólo una podía encender el motor, pero tres nada más debía probar el concursante, quien hecho una masa de nervios jamás lograba dar con la del «ábrete sésamo».

Todos los pasos fueron cumplidos para que Carmen Eloína encontrara la muerte que se le había asignado aquel sábado dieciocho de julio por la noche. Lo extraño, lo que no se pudo explicar nadie, fue el hecho cierto de que la felicidad rodeó a Carmen, a los del programa a los familiares de Carmen, a su novio hasta el segundo preciso en que con cara de asombro vio lanzarse contra su bella humanidad aquella manada de puercos trompa larga que en violentos tarascasos la volvieron trizas, para asombro de los camarógrafos que filmaron profesionalmente el insólito acontecimiento, que en cada uno de sus televisores presenciaron los también felices hasta ese momento televidentes.

El suceso se generó de la manera mas sencilla, la joven realizó la llamada a las seis y cuarentaicinco en presencia de todos los espectadores, en fracciones de segundo fue respondida como en las telenovelas, de inmediato se cumplió el ritual ya mencionado y todo se dispuso para que a las ocho en punto de la noche la desdichada muchacha, pasmada de miedo visualizara a los referidos chanchos en el preciso instante en que estos se lanzaron en su contra, sin que ni ella ni los incrédulos televidentes pudieran hacer absolutamente nada para evitarlo. Detrás del convertible rojo último modelo iba la gente del barrio, que sólo sabía de la tele por medio de los derrumbes, inundaciones, crímenes y en general por la desgracia que les signa, pero esta vez era la alegría de ver en persona a una reina de belleza y más que eso, la posibilidad de salir en televisión como gente, para eso se vistieron con la mejor ropa, la de vistosos colores, de manera que ese sábado no presagiaba por ninguna parte la tragedia, frente a la casa donde ocurrió, se dispuso cámaras y luces, se acordonó un buen espacio para que los camarógrafos pudieran moverse a su antojo, se cubrieron todos los ángulos de la casa con el objetivo de no perder detalle alguno de este sin par suceso.

La joven reina, sobre una alfombra de aplausos, descendió del convertible rojo, sin imaginar que esa sería la última vez que saborearía las mieles de la adulancia, porque a menos de tres metros la muerte le esperaba detrás de una puerta, en los grandes hocicos de marranos; en un vértigo de placer que días después fue observado por los investigadores en los videos y tomado en cuenta como dato importante para los resultados expuestos en el informe que dio por concluido el enigmático caso.

Todo ocurrió como en un rodaje de cine, la multitud detrás de las cámaras, la orden de tocar la puerta cerrada, la puerta que se abre, la muchacha que penetra y después todo lo que se vio por los noticieros de TV del mundo, ya que los camarógrafos sin poder moverse para salvar a la muchacha, filmaron obligados por los productores del programa, lo que efectivamente fue la noticia del siglo.

Superado el trauma inicial, sometidos a fuertes interrogatorios, los habitantes del barrio y los familiares de la muchacha, todas las conjeturas y suposiciones fueron posibles, se habló de un atentado por parte de la competencia del programa, de venganza por jóvenes aspirantes a reina que no pudieron llegar a donde llegó Carmen Eloína, los periódicos amarillistas vincularon el hecho al narcotráfico, otros lo atribuyeron a deseos de la oposición para desprestigiar al gobierno, sin embargo luego de los careos a que se vieron enfrentados los habitantes del barrio, los familiares de la muchacha, el narcotráfico, el canal de la competencia y la oposición, la policía descartó todas y cada una de las suposiciones al comprobar, que nadie estaba interesado en tan abominable hecho y además era la primera vez en la historia de las reinas de belleza que sucediera un suceso como este, determinando la seguridad, y en eso estuvo de acuerdo todo el mundo, que a nadie le interesaba seriamente una reina de belleza, porque en primer lugar no eran de verdad y en segundo lugar se inventaban para divertir a la gente.

Entonces las investigaciones se centraron en los puercos que hasta ese momento permanecían vigilados en el chiquero, como los responsables directos de haber cometido lo considerado como un aberrante crimen.

Veterinarios y estudiosos en general que fueron contratados y otros que se ofrecieron por puro interés científico, después de someter a distintos exámenes a los cerdos descartaron las diversas apreciaciones que la prensa y los que odian a los chanchos se dieron a la tarea de difundir. Se dijo que era una clase especial de cochinos feroces que sólo se alimentaban de carne humana, que era un cruce diabólico inventado por los sin fe de estos tiempos, este infundio fue revelado por los religiosos de distintas sectas y casi generaron el exterminio de todos los cerdos por parte de los miedosos fanáticos, los del suceso se salvaron porque el ejercito acordonó todo el barrio, en especial el chiquero, con la orden expresa de disparar a quienes se acercaran. Para otros era un híbrido entre tigres y cochinos que secretamente había desarrollado la ingeniería genética.

Para descartar todas esas invenciones, como se supo después, los estudiosos convivieron durante un tiempo con los puercos pudiendo demostrar que eran extremadamente mansos, en los videos que observaron detenidamente en ningún momento percibieron ferocidad alguna en el ataque, por el contrario, notaron un gran placer en el rostro de los comensales, concluyendo el informe que cerró para siempre el extraño caso, con el siguiente dictamen: «El día sábado dieciocho de julio siendo las ocho en punto de la noche, un grupo de cochinos se abalanzó contra Carmen Eloína Mendoza, reina de belleza circunstancial, porque la confundieron con una plasta de mierda.

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